Miguel Angel | Unión Proletaria
Spanish
La lucha contra el imperialismo en Europa
En el continente europeo, la OTAN está escalando su agresión indirecta contra la Federación Rusa por el camino que conduce a la guerra directa. La Unión Europea ha elegido alinearse con los Estados Unidos, en lugar de desarrollar unas relaciones mutuamente ventajosas con Rusia.
Históricamente, la expansión hacia el Este ha sido una necesidad del imperialismo europeo, particularmente del alemán, cuando se le complica la conquista de otros continentes. Sin embargo, en el presente, han sido los EEUU quienes han impulsado la confrontación con Rusia, instalando regímenes neocoloniales anti-rusos en Europa centro-oriental y volando los gasoductos Nord Stream que transportaban el gas ruso directamente a las potencias de Europa occidental.
La prevalencia de los intereses yanquis en los países de la Unión Europea se originó con la victoria angloamericana en el frente occidental de la II Guerra Mundial y se apuntaló con la posterior instalación de bases militares y con la sumisión a la OTAN y a la Unión Europea. Esto fue magistralmente analizado en el Informe presentado por A. Zhdánov a la Kominform en 1947 .
El viraje revisionista en la URSS y sus aliados de Europa Oriental y la implosión final de estos Estados socialistas reforzaron la americanización del continente, a la que únicamente se resistieron la República de Belarús y, posteriormente, la Federación Rusa.
Por otra parte, al término de la II Guerra Mundial, los capitalistas de Europa Occidental se vieron obligados a hacer amplias concesiones a la población trabajadora para contrarrestar la fortaleza del movimiento obrero y la simpatía que éste sentía por el socialismo que se construía al otro lado del “Telón de Acero”.
Pero la crisis estructural iniciada en los años 70 del siglo XX forzó al capitalismo a emprender un proceso creciente de contrarreformas neoliberales cuya ejecución se vio facilitada por la degeneración revisionista de muchos partidos comunistas, alentada por el “Nuevo Curso” de Jruschov. Cada etapa de este proceso aumentó la ventaja económica de Estados Unidos sobre la Unión Europea, desencadenando una huida de capitales desde el viejo continente. Es el caso actual, tras las sanciones a Rusia, la interrupción del suministro directo de su gas, el aumento de los precios de esta y de otras materias primas y el crecimiento del gasto para la compra de armamento.
En el seno de las burguesías europeas, las oligarquías financieras son las que aceptan más gustosamente estas imposiciones de Washington, porque el tipo de inversiones que realizan –en gran parte, en capital-dinero- permite deslocalizarlas a Norteamérica, mejorando su rentabilidad; y, en general, son altamente dependientes de la fuerza económica, monetaria, política y militar de los Estados Unidos.
En cambio, la burguesía media industrial y agraria ve perjudicada sus expectativas de ganancias, lo que acaba repercutiendo negativamente en las condiciones de empleo y de vida de la mayoría de los asalariados. Por tanto, crecen las contradicciones en el seno de las burguesías del viejo continente entre sus sectores monopolista y no monopolista, potenciando en éste la tendencia al proteccionismo y al nacionalismo frente al globalismo y cosmopolitismo de EEUU y de la burocracia comunitaria europea.
Los sectores oligárquicos procuran desactivar este conflicto objetivo canalizando el descontento popular contra aparentes enemigos exteriores: Rusia, China y los demás Estados realmente independientes, y también la población que emigra a Europa a causa de la explotación imperialista de sus países de origen. De este modo, fomentan la hostilidad nacional entre los obreros para debilitar su resistencia sindical y su acción revolucionaria como clase.
El crecimiento de los partidos de derecha y de ultraderecha en las últimas elecciones celebradas –en particular, las del Parlamento Europeo del 9 de junio- no se debe realmente a la necesidad objetiva de los pueblos de defender su soberanía, sino a su sistemática manipulación por parte de los medios ideológicos dominantes. El nacionalismo de aquellos partidos políticos es pura demagogia a fin de que las masas los lleven al poder, desde el cual reforzarán todavía más la opresión imperialista sobre ellas. Así fue el caso del general fascista Franco que se impuso en la Guerra Civil española presumiendo de “nacional”, mientras vendía nuestro país a Alemania y a Italia; y, cuando estas potencias fueron derrotadas, lo entregó al gobierno de los Estados Unidos.
Sin embargo, la demanda de soberanía frente al imperialismo no es reaccionaria sino democrática. No puede haber democracia allí donde el pueblo carece de soberanía. Y sólo luchando por ella, junto a las demás reivindicaciones democráticas, podremos avanzar hacia el socialismo.
En conclusión, también en la Europa de hoy, los comunistas -que somos los antiimperialistas más consecuentes- debemos recordar el último consejo que nos dirigió el camarada Stalin:
“Ahora la burguesía vende los derechos y la independencia de la nación por dólares. La bandera de la independencia nacional y la soberanía nacional ha sido arrojada por la borda. No hay duda de que esta bandera la tendrán que levantar ustedes, los representantes de los partidos comunistas y democráticos, y llevarla adelante, si es que quieren ser patriotas de su país, si quieren ser una fuerza dirigente de su nación. Nadie más la puede levantar.”
Aprendamos a ejecutar esta recomendación, sin ceder un ápice en el combate por la independencia política del proletariado y por la reconstrucción de su Partido Comunista y de su movimiento clasista de masas. Sólo así los pueblos de Europa podrán contribuir a la derrota del imperialismo y a la victoria de la paz, la democracia y el socialismo.
English
The struggle against imperialism in Europe
On the European continent, NATO is escalating its indirect aggression against the Russian Federation along the road leading to direct war. The European Union has chosen to align itself with the United States, rather than develop mutually advantageous relations with Russia.
Historically, eastward expansion has been a necessity for European imperialism, particularly German imperialism, when the conquest of other continents becomes difficult. However, at present, it has been the US that has pushed for confrontation with Russia, installing neo-colonial anti-Russian regimes in East Central Europe and blowing up the Nord Stream pipelines that transported Russian gas directly to the Western European powers.
The prevalence of U.S. interests in the countries of the European Union originated with the Anglo-American victory on the Western front in World War II and was underpinned by the subsequent installation of military bases and submission to NATO and the European Union. This was masterfully analyzed in the Report presented by A. Zhdanov to the Kominform in 1947[1].
The revisionist turn in the USSR and its Eastern European allies and the final implosion of these socialist states reinforced the Americanization of the continent, which was resisted only by the Republic of Belarus and, later, by the Russian Federation.
On the other hand, at the end of World War II, the capitalists of Western Europe were forced to make broad concessions to the working population in order to counteract the strength of the workers’ movement and the sympathy it felt for the socialism being built on the other side of the “Iron Curtain”.
But the structural crisis that began in the 1970s forced capitalism to undertake a growing process of neoliberal counter-reforms whose implementation was facilitated by the revisionist degeneration of many communist parties, encouraged by Khrushchev’s “New Course”. Each stage of this process increased the economic advantage of the United States over the European Union, triggering a flight of capital from the old continent. This is the current case, following the sanctions against Russia, the interruption of the direct supply of its gas, the increase in the prices of this and other raw materials and the growth of expenditure for the purchase of armaments.
Within the European bourgeoisies, the financial oligarchies are the ones who most willingly accept these impositions of Washington, because the type of investments they make -largely in money-capital- allows them to relocate them to North America, improving their profitability; and, in general, they are highly dependent on the economic, monetary, political and military strength of the United States.
On the other hand, the middle industrial and agrarian bourgeoisie see their profit expectations harmed, which ends up having negative repercussions on the employment and living conditions of the majority of wage earners. Therefore, contradictions grow within the bourgeoisies of the old continent between its monopolist and non-monopolist sectors, strengthening in the latter the tendency towards protectionism and nationalism in the face of the globalism and cosmopolitanism of the USA and the European communitarian bureaucracy.
The oligarchic sectors seek to defuse this objective conflict by channeling popular discontent against apparent external enemies: Russia, China and the other truly independent States, and also the population emigrating to Europe because of the imperialist exploitation of their countries of origin. In this way they foment national hostility among the workers in order to weaken their trade union resistance and revolutionary action as a class.
The growth of the right-wing and ultra-right parties in the last elections held – in particular, those for the European Parliament on June 9 – is not really due to the objective need of the peoples to defend their sovereignty, but to their systematic manipulation by the dominant ideological media. The nationalism of those political parties is pure demagogy so that the masses will bring them to power, from where they will reinforce even more the imperialist oppression of them. Such was the case of the fascist General Franco who imposed himself in the Spanish Civil War boasting of being “national”, while he sold our country to Germany and Italy; and, when these powers were defeated, he handed it over to the government of the United States.
However, the demand for sovereignty in the face of imperialism is not reactionary but democratic. There can be no democracy where the people lack sovereignty. And only by fighting for it, together with the other democratic demands, will we be able to advance towards socialism.
In conclusion, also in today’s Europe, we communists -who are the most consistent anti-imperialists- must remember the last advice addressed to us by comrade Stalin:
“Now the bourgeoisie sells the rights and independence of the nation for dollars. The flag of national independence and national sovereignty has been thrown overboard. There is no doubt that this banner will have to be raised by you, the representatives of the communist and democratic parties, and carried forward, if you want to be patriots of your country, if you want to be a leading force of your nation. No one else can raise it up.”[2]
Let us learn to execute this recommendation, without giving an inch in the struggle for the political independence of the proletariat and for the reconstruction of its Communist Party and its mass class movement. Only in this way will the peoples of Europe be able to contribute to the defeat of imperialism and the victory of peace, democracy and socialism.
[1] https://docs.google.com/file/d/0B6ashtYNJL6xWW9FYm00LU9wVUk/edit?resourcekey=0-if4cnWC96ulQHUIE_C9WpQ
[2] https://amistadhispanosovietica.blogspot.com/2012/10/ultimo-discurso-de-stalin-ante-el-xix.html