Ivana Estela Brighenti, Communist Party of Argentina

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La necesaria lucha antiimperialista

Estamos asistiendo cotidianamente a la continuidad de la crisis capitalista y de su máximo exponente, el imperialismo estadounidense.

Esta situación profundiza la visión de que el sistema mundo actual es inestable, caótico, pone en peligro la paz mundial y resulta imposible que pueda sostenerse en el tiempo tal cual lo conocemos.

La concentración de la riqueza, la desigualdad, la exclusión, el hambre y la desocupación, junto a los efectos del cambio climático, la injusta y especulativa distribución de los recursos para paliar la pandemia de COVID-19 y la escalada bélica provocada por la OTAN, nos enfrenta ante el urgente desafío de encontrar caminos para superar las condiciones impuestas por el capital financiero globalizado que está llevando al abismo a toda la humanidad. 

Toda esta compleja situación, se da en medio de una “naturalización” de la pandemia con miles de contagios y muertes que se siguen sucediendo en todo el mundo. 

Una pandemia que no solo tiene, como sabemos, consecuencias sanitarias y económicas, sino también en la subjetividad, en el tejido social y político, cuyas dimensiones aún están por verse en profundidad.

En este contexto, las provocaciones por parte de los EE.UU. y la OTAN contra la Federación Rusa han desatado el conflicto en Ucrania, conflicto que continua y que tiene peligrosas perspectivas para toda la humanidad, y a través del cual buscan debilitar la proyección de un orden multilateral y afectar a Rusia como potencia y como principal aliado estratégico de la República Popular China.

Debemos tener siempre presente la amenaza que representa la permanente expansión y crecimiento de la OTAN hacia la frontera rusa tras el derrumbe de la URSS.  En 1991 la OTAN estaba compuesta por 19 miembros, hoy cuenta con 30 y aspira a seguir ampliándose.

A partir de acciones como esta, EE.UU., como cabeza de un sistema capitalista en crisis, busca sostener su cuestionada hegemonía, su mellada dominación unipolar, con provocaciones, desestabilizaciones e intervenciones militares como lo ha hecho constantemente a lo largo del siglo XX y de este siglo XXI. 

En esta estrategia juega un papel central la manipulación llevada adelante a través de los medios de comunicación y la falsificación de la historia que ha llevado a esta situación. 

Desde América Latina y el Caribe, como espacios históricamente vitales para los EE.UU. en la construcción de su hegemonía mundial, podemos dar sobrados ejemplos de estas políticas injerencistas, llevadas adelante por los EE.UU. y sus aliados, a través, por ejemplo, de las sanciones unilaterales implementadas contra Cuba y Venezuela, las agresiones a Nicaragua, la promoción constante de políticas desestabilizadoras en el marco de los denominados “golpes blandos” y la ocupación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwichs del Sur y espacios marítimos circundantes, donde se encuentra una base de la OTAN, administrada por el Reino Unido.

Hoy se está disputando en el mundo la conformación de un nuevo orden internacional. Una disputa entre el unilateralismo y el multilateralismo.

En este contexto, las relaciones con China, Rusia y los bloques y acuerdos que están promoviendo política, comercial y financieramente, aparecen para los países de América Latina y el Caribe como alternativas ciertas frente a las presiones y condicionamientos de los EE.UU. y los organismos internacionales que controla como el Fondo Monetario Internacional.

Insistimos, para analizar la dimensión y las características de la ofensiva imperialista sobre América Latina y el Caribe, debemos tener en cuenta el contexto global en el que esta se desarrolla, signado por la continuidad de la mayor crisis de la historia del capitalismo. 

Una crisis que abarca aspectos financieros, energéticos, culturales y económicos, con fuertes consecuencias en términos humanitarios, ambientales y alimentarios para gran parte de la humanidad.

Estos factores, en su conjunto, constituyen una única y gran crisis, abarcadora y con múltiples facetas: la crisis civilizatoria del capitalismo, frente a la cual debemos construir una alternativa anticapitalista, antiimperialista.

Esta crisis, si bien tiene su centro en EE.UU., no se trata sólo de un fenómeno estadounidense impactando sobre el resto del mundo, sino que también es un proceso planetario, sistémico, y sus efectos se manifiestan en todo el globo.

Frente a los discursos negacionistas, es importante en este contexto destacar la continuidad del sistema imperialista, aún en crisis, teniendo en cuenta que los rasgos esenciales del imperialismo siguen existiendo.

Los cinco rasgos fundamentales del imperialismo identificados por Lenin: la concentración de la producción y el capital, la fusión del capital bancario con el industrial, el predominio de la exportación de capitales sobre la exportación de mercancías, la puja por el reparto de los mercados a escala planetaria entre los grandes oligopolios respaldados por sus Estados y el reparto territorial del mundo entre las grandes potencias, “conservan su validez, aunque su morfología no necesariamente repita la que los caracterizaba un siglo atrás”, tal como destaca Atilio Boron en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo (Boron, 2014).

Estos tienen una fuerte penetración en nuestro continente y a pesar de las insistentes e interesadas posiciones que recurrentemente buscan establecer la idea de que América Latina es una región que no tiene mayor relevancia en la política norteamericana, es en realidad la región geopolíticamente más importante para los Estados Unidos.

Esto plantea la recurrencia histórica y la actualidad e importancia de la lucha antiimperialista en todo el mundo y en América Latina en particular.

Es que más allá, como decíamos, de los discursos aún en boga sobre la desaparición del imperialismo, este continúa siendo la fase superior del capitalismo, como lo había planteado Lenin, y en su insaciable necesidad de acrecentar el saqueo de los bienes comunes y las riquezas de todo el planeta adquiere rasgos cada vez más predatorios, agresivos y violentos.

El resurgimiento de sectores neofascistas en todo el mundo es una clara muestra de esto.

Estas acciones demuestran que los discursos “negacionistas” sobre la persistencia del imperialismo y que impulsan un posibilismo reformista, terminan siendo funcionales a los intentos de reafirmación, bajo nuevas condiciones, de esta dominación.

Un punto central en este planteo negacionista pasa por entender al imperialismo como un factor puramente externo y no reconocer sus manifestaciones al interior de cada país a través de sus clases dominantes, socias y componentes fundamentales del mismo.

Los EE.UU. han colocado la competencia por los recursos naturales en el centro mismo de su planificación estratégica y esto hace que el imperialismo redoble sus esfuerzos para sostener su influencia en América Latina, ante el fracaso de su política por instalar un orden internacional unilateral tras la caída de la URSS, el tan promocionado “siglo americano”. 

La profundización en la cooperación entre Moscú y Beijing a través del Tratado de Amistad y Cooperación y Buena Vecindad, en la esfera política, económica, militar, energética, científica, tecnológicas y de seguridad regional y mundial, junto al fortalecimiento de las organizaciones asiáticas regionales como la Organización de Cooperación de Shanghai, los BRICS y la puesta en marcha de su ampliación con el BRICS “plus” del cual la Argentina será socio pleno en 2023, y el proyecto de la Franja y la Ruta o nueva “Ruta de la seda”, son luces de alerta para los EE.UU., y actúa en consecuencia.

El esquema del nuevo tablero mundial está en juego, las aspiraciones de EE.UU. se ven amenazadas en un proceso que David Harvey (2012) ha calificado como “crisis en movimiento”, que da idea de la magnitud mundial de la misma y que, más allá de los momentos de calma que esporádicamente pueden alcanzarse en algún punto del planeta, generan simultáneamente una profundización de la crisis en otros, demostrando el carácter sistémico de la misma.

Estas tensiones se dan en el marco de una “globalización” que, como ha indicado Aníbal Quijano (2000), “es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial”. De esta manera, esa colonialidad bajo la que se estableció el control del trabajo, configuró la distribución geográfica de cada una de las formas integradas en el capitalismo mundial, decidió la geografía social del capitalismo a través de la cual se articularon todas las demás formas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos.

Con el patrón de poder mundial centrado en los Estados Unidos, esta división de trabajo a nivel de regiones se sigue estructurando con base en un centro que, aunque ve mellada su hegemonía, absorbe cada vez más recursos para sostener un nivel de consumo imposible a cambio de saquear a las regiones proveedoras de esos recursos, sean estos renovables o no.

En este sentido, el imperialismo norteamericano viene desplegando una combinación múltiple en su contraofensiva sobre Nuestra América: reforzamiento militar y amenazas permanentes con la proliferación de bases militares, conjugada con una batería mediática y cultural que busca “normalizar” y “naturalizar” la penetración militar y el dominio ideológico sobre nuestros pueblos, territorios y correspondientes bienes naturales estratégicos.

Los desafíos que esto representa para los y las comunistas de todo el mundo nos imponen actuar con determinación y audacia y recomponer los espacios de integración regional. En la disputa por el multilateralismo que se está desarrollando, las y los comunistas, las revolucionarias y los revolucionarios de todo el mundo debemos coordinarnos para actuar como un solo puño frente a los intentos del imperialismo estadounidense de continuar ejerciendo su tutelaje sobre buena parte de nuestros países a través de sus aliados.

Como bien supo decir en su momento el comandante Fidel Castro (1983): 

No ha sido nunca la resignada sumisión ni el derrotismo ante las dificultades lo que nos ha caracterizado. Hemos sabido enfrentar con sentido unitario, firmeza y decisión, complejas y difíciles situaciones en estos últimos años. Juntos nos hemos esforzado, juntos hemos luchado, y juntos hemos obtenido victorias. Con ese mismo espíritu y determinación, debemos estar dispuestos a librar la más colosal, justa, digna y necesaria batalla por la vida y el porvenir de nuestros pueblos.

Esta lucha a la que nos convocaba el comandante Fidel Castro sigue vigente, es la lucha contra el capitalismo, contra el imperialismo.

Es la lucha antiimperialista en la que seguimos comprometidas.

Bibliografía

Boron, Atilio (2014) América Latina en la geopolítica del imperialismo. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires.

Castro, Fidel (1983) La crisis económica y social del mundo. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana.  

Harvey, David (2012) “Entrevista de Atilio Boron en el IV Encuentro Internacional de Economía Política y Derechos Humanos”. Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires. Disponible en <https://www.youtube.com/watch?v=I_zzbg2Jfcg>.

Quijano, Aníbal (2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América latina” en La colonialidad del saber. CLACSO, Buenos Aires.